El 9 de mayo de 1905, el Colegio Médico de San Carlos, en Madrid, celebró una sesión conmemorativa, con motivo de la publicación del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, en la cual Santiago Ramón y Cajal dictó una conferencia titulada Psicología de don Quijote y el Quijotismo que fue publicada ese mismo año por la imprenta y librería Nicolás Moya, salió también en el número 10 del Boletín del Colegio de Médicos de Gerona. En la década de los 40 sería reimpresa por las editoriales J. García Perona y por las Industrias Gráficas Ortega, y también como parte de las obras completas de Santiago Ramón y Cajal, publicadas por la editorial Aguilar de Madrid en 1947, con sus respectivas reediciones en los años de 1950, 1961 y 1969. La versión de J. G. Perona se acompañaba además del texto La mujer, escrito por el mismo autor y compilado por Margarita Nelken, mismo que fue reimpreso en 2009 dentro de la colección recupera de la editorial Formación Alcalá.
La fecha de la conmemoración del tercer centenario de la publicación del Quijote, coincide, en España, con el reinado de Alfonso XIII; es decir, con el periodo histórico conocido como la Regeneración, España se caracterizaba entonces por ser un país predominantemente rural, algunos cálculos sobre la distribución del empleo en esa época sostienen que el 70% de la población activa se empleaba en el sector agropecuario, un 16% en el sector industrial, siendo entonces las principales industrias, la de la construcción y la textil, mientras que la mayor parte de quienes se empleaban en el sector terciario lo hacían prestando servicios domésticos.
Estos indicadores eran muy diferentes al resto de la Europa central, y sólo equiparables a los de algunos países de Europa del este, a estas cifras se vino a sumar la catástrofe que significó para muchos españoles la guerra del 98, calando especialmente en el espíritu de un gran número de intelectuales que desde fines del siglo XIX alzaban su voz contra el régimen de la Restauración, enarbolando ese espíritu de la regeneración que ha sido resumido por Xavier Tusell en los siguientes términos:
“Deseo general de superar el retraso, de llevar a cabo una modernización de la vida colectiva y de renovar la vida política nacional o encontrar la solución fuera de ella.”
El término designa un periodo específico en la historia de España, pero trascendió el mismo, al volverse sinónimo de los procesos modernizadores acaecidos en ese país a lo largo del siglo XX.
El contraste entre la situación de España y la biografía de Cajal es mayúsculo, en el mismo momento en que España trataba, considerando todos los medios posibles, de salir de su atraso, el científico español se encontraba en la cúspide de su carrera, mientras leía su trabajo sobre el quijote, Cajal, en el plano científico, estaba concentrado en sus trabajos sobre la regeneración de los nervios periféricos, sin entrar en detalles excesivos, se puede decir que la teoría reticularista había renovado sus bríos a partir de observaciones de carácter fisiológico, hechas sobre los fenómenos nerviosos de sensibilidad y motricidad en miembros distales, mismos que ocurren después de haber seccionado un nervio experimentalmente.
Un grupo de investigadores, impulsados fuertemente por Alfredo Bethe, a los que posteriormente se unirían figuras de la talla de Waldeyer, Marinesco y van Gehuchten, sostenían, para explicar los fenómenos fisiológicos observados, la hipótesis de que durante la regeneración nerviosa los nuevos cilindroejes resultaban de la fusión y diferenciación de una cadena de neuroblastos periféricos.
Tal hipótesis reticularista, basada en pruebas fisiológicas, carecía aún de su verificación morfológica, y pretendía descalificar la teoría del neuronismo que había sido probada décadas atrás, gracias a las contribuciones hechas por His, Forel, Lenhossék, Retzius y otros muchos, incluyendo los trabajos de Golgi y de Cajal, quien con ayuda del método cromo-argéntico, desarrollado por el histólogo de Pavia, y partiendo de las premisas del evolucionismo biológico, había logrado teñir células embrionarias en las que se mostraba, sin lugar a dudas, la individualidad de las células neuronales y su comunicación a través del espacio sináptico.
Cajal, que según afirma en una de sus autobiografías, sentía repugnancia hacia las polémicas, debido a que consideraba que con ellas se perdía un tiempo precioso que podría emplearse mejor en allegar hechos nuevos. Cedió, como él mismo sostiene, ante la arrolladora marea del error y ante los reiterados requerimientos de sus amigos que lo consideraban el principal interesado en aclarar la polémica.
Llevando a cabo una serie de agudas observaciones, Cajal se valió, del entonces, nuevo método del nitrato de plata reducido, con el que contribuyó, junto con los trabajos de Aldo Perroncito (discípulo de Golgi), Lugaro, Medea, Marinesco y Minea, Tello, Nageotte, y Krassin, entre otros, a desechar definitivamente la teoría reticularista, al probar que la regeneración nerviosa tiene lugar a partir del axón proximal que se mantiene unido al soma neuronal, y que en el caso del cabo distal, las nuevas fibras aparecidas representaban brotes axónicos del cabo central que no moría inmediatamente después de haber sido seccionado, sino que pasaba a la vecindad de la cicatriz donde se daba la formación de esas nuevas mazas de crecimiento, botones y ramificaciones, que no eran mas que producciones efímeras y frustradas por no ser nutridas por el centro trófico, es decir la neurona y su núcleo.
Para ese año de 1905, su quehacer científico le había valido el reconocimiento de sus pares, tanto en España como en el extranjero, ya en el año de 1900 el Congreso Internacional de Medicina, reunido en París, acordó otorgarle el premio internacional Moscú, el que premiaba al trabajo, médico o biológico, considerado más relevante de los publicados en el mundo entero, y tan sólo unos días antes de que presentara su escrito sobre el quijote, la Real Academia de Ciencias de Berlín le había notificado que se había hecho acreedor a la medalla de oro Helmholtz.
Esta rica actividad científica, no exenta de amargos sinsabores, como el que vivió con el fallecimiento de su hija, no le impidió a Santiago Ramón y Cajal, paralelamente, continuar cultivando sus intereses artísticos, el dibujo, la pintura y la fotografía, campo, este último, en el que haría importantes aportaciones en el plano técnico, continuó también con su gusto por la literatura y la escritura, en este último ámbito, además de sus colaboraciones con diarios y revistas, se pueden contar tres libros que ya habían sido publicados en 1905, estos son las Reglas y consejos sobre la investigación biológica, Recuerdos de mi vida, tomo I, mi infancia y juventud; y los Cuentos de vacaciones (Narraciones pseudocientíficas), en los que es posible seguir el imaginario literario desarrollado por Cajal.
Una vez expuesto el contexto histórico y biográfico en el que Cajal escribió su Psicología del quijote y el quijotismo, es posible centrarnos en el texto en cuestión, el que tiene una extensión de 14 páginas. A primera vista el estilo se corresponde con ciertas formas del ensayo académico, el narrador, en un tono ex cátedra, parte de los rasgos generales de la obra en los siguientes términos:
Universalmente admirada es la soberbia figura moral del hidalgo manchego, D. Alonso Quijano el Bueno, convertido en andante caballero por la sugestión de los disparatados libros de caballería, representa, según se ha dicho mil veces, el más perfecto símbolo del honor y del altruismo. Jamás el genio anglosajón, tan dado a imaginar caracteres enérgicos y originales, creó personificación más exquisita del individualismo indómito y de la abnegación sublime.
Prosigue introduciendo algunas citas textuales que van corroborando las afirmaciones realizadas, y aunque aparecen algunas metáforas, y también algunos párrafos generales en los que el narrador desarrolla ciertos aspectos de orden filosófico, el sentido general del texto va apuntando hacia las características psicológicas, tanto de Don Quijote, como de Cervantes, mismas que quedan definidas en las primeras seis páginas.
El narrador separa ciertas características de don Quijote, que tiene por normales y propias, de lo que él califica, como un filósofo práctico, entre estas, además de un Yo hipertrófico, el narrador refiere: “desbordante de voluntad y energía, se siente fortalecido por esa fe ciega en la fortuna, fe característica de los grandes conquistadores de almas y tierras.”Aunado a estos rasgos, el personaje literario presenta otros que se consideran de carácter patológico, o en términos de la narración en cuestión: “[…] la simpática figura del ingenioso hidalgo, cuyo entendimiento agudísimo y genial fue presa y juguete de sus ilusiones, alucinaciones, obsesiones e ideas delirantes, […]”.
Con relación a Sancho, en el texto se menciona su buen humor, considerándolo el artístico contrapeso emocional del quejumbroso y asendereado Caballero de la Triste Figura. Después es retomado nuevamente, pero, más que para caracterizarlo psicológicamente, se hace para describirlo en términos del simbolismo que representa, con la intención de explicar algunos rasgos biográficos de Cervantes.
Comprender la caracterización de los rasgos psicológicos de Cervantes resulta un poco más difícil dentro del texto, en principio, porque el narrador parece confundir, por momentos, al autor de la novela del Ingenioso Hidalgo con el narrador Cide Hamete Benengeli, por ejemplo, cuando se pregunta “¿Cómo se forjó, allá en la caldeada imaginación de Cide Hamete tan felicísimo y artístico contraste?” respondiendo más adelante
Cuestiones arduas y dificilísimas para cuya solución fuera imprescindible conocer todos los repliegues y recovecos de la complicada mente de Miguel, amén de los choques, episodios e incidentes emocionales que la conmovieron y adoctrinaron durante los tristes años precursores de la genial concepción.
Inmediatamente después, sostiene que los estudiosos del tema, entre los que enumera a Menéndez Pelayo, Revilla, Valera, Navarro Ledesma, Unamuno y Salinillas, han aportado elementos que, si bien no resuelven el problema, si permiten dar algunas respuestas. Guiado por la critica de estos autores, el narrador entreteje la biografía de Cervantes con los diversos sentidos que encuentra en la novela, llegando a la conclusión de que dicho autor “fue siempre Quijote incorregible en la acción y poeta romántico en el sentir y pensar”, agregando que el carácter melancólico y de tono realista que el narrador ve en la novela se debe a los sinsabores que caracterizaron la vida del manco de Lepanto.
Más aún, en una suerte de inversión creativa, introduce el uso del condicional para considerar la posibilidad de que siendo otra la biografía de Cervantes, el destino del personaje principal de la novela también hubiera sido diferente, de tal forma, nos dice el narrador:
Más de una vez, deplorando la amargura que destilan las páginas del libro cervantino, he exclamado, en un transporte de cándido optimismo: ¡Ah! Si el infortunado soldado de Lepanto, caído y mutilado al primer encuentro, no hubiera devorado desdenes y persecuciones injustas; si no llorara toda una juventud perdida en triste y oscuro cautiverio […] cuán diferente, cuán vivificante y alentador Quijote hubiera compuesto! Acaso la novela imperecedera sería, no el poema de la resignación y la desesperanza, sino el poema de la libertad y de la renovación. Y quien sabe si, en pos del caballero de los Leones, otros Quijotes de carne y hueso, sugestionados por el héroe cervantino, no habrían combatido también en defensa de la justicia y del honor, convirtiéndose, al fin, la algarada de locos en gloriosa campaña de cuerdos, en apostolado regenerador, consagrado por los homenajes de la historia y el eterno amor a Dulcinea ¡… de esa mujer ideal, cuyo nombre suave y acariciador, evoca en el alma la sagrada imagen de la patria…!
Procede el narrador, inmediatamente después, a invertir nuevamente los términos para regresar a esa perspectiva que vincula la biografía del autor con el destino de sus personajes y viceversa, porque también supone, que fue gracias a la personalidad de Sancho, que Cervantes pudo soportar los sinsabores de su vida, para rencontrarse nuevamente con el arte al escribir los trabajos de Persiles y Sigismunda y el Viaje al Parnaso.
Como puede notarse, el narrador, además de hacer uso del condicional para imaginar otros posibles desenlaces, abandona no sólo el tono ex cátedra e introduce el uso de la primera persona, algunas veces en singular y otras en plural, llegando al grado de introducirse en la ficción para, por ejemplo, dialogar con Sancho cuando afirma:
¡Yo te saludo, pues, Sancho el Pacífico, Sancho el Bueno, Sancho el Jovial! En las páginas de la imperecedera epopeya, no simbolizas tan sólo la baja meseta del sentido común, el saber humilde del pueblo acuñado en refranes, el lastre sin el cual el hinchado globo del ideal estallara en las nubes. Tú eres algo más y mejor que todo eso. Con tus gracias, socarronerías y donaires, consolaste el espíritu de Cervantes, haciéndole llevadera la carga abrumadora de angustias y desventuras. […] tu salvaste al genio, y con él su gloria y nuestra gloria!
El uso de la primera persona dificulta en más de una ocasión entender quién es ese yo del texto, o desentrañar las complejas metáforas en las que parecen mezclarse referentes textuales que apuntarían hacia la novela, con otros, que más que hacer referencia a la obra cervantina, parecieran referirse poéticamente al trabajo del científico, como puede verse en el siguiente párrafo en el que valora la novela en su conjunto:
Sus páginas nos ofrecen la síntesis de vida, es decir, luces y sombras, simas y abismos, como en el corte de un bosque vemos, abajo las negruras del humo vegetal formado con detritus de ilusiones y despojos de esperanza (propio alimento del genio literario); sobre la tierra, erguidos y mirando al cielo de los robustos tallos de las ideas levantadas, de los propósitos nobles, de las aspiraciones sublimes; y arriba, bañadas en la atmosfera azul, las frondas del lenguaje natural, castizo y colorista, la delicada flor de la poesía y el acre fruto de la experiencia.
Más aún, en las siguientes páginas, el narrador, que aún no sé si pueda corresponderse con Cajal en su calidad de autor, abandona a los personajes de la ficción, es decir; a don Quijote y a Sancho, y también a Cervantes, para abocarse a conceptualizar el quijotismo, buscando su esencia filosófica, asegurando que:
Muchos extranjeros, y no pocos españoles, creyendo descubrir cierto aire de familia entre el citado protagonista y el ambiente moral en que fue concebido, no han reparado en adjudicarnos, sin más averiguaciones, el desdeñoso dictado de <<quijotes>>, calificando asimismo de quijotismos cuantas empresas y aspiraciones españolas no fueron coronadas por la fortuna […] No seré yo, ciertamente, quien niegue la complicidad que, en tristes reveses y decadencias, tuvieron la incultura, así como la devoción y apegamiento excesivos a la tradición moral e intelectual […] pero séame permitido dudar de que la ignorancia, el aturdimiento y la imprevisión constituyan la esencia y fondo del quijotismo. O esta palabra carece de toda significación ética precisa, o simboliza el culto ferviente a un alto ideal de conducta, la voluntad obstinadamente orientada hacia la luz y la felicidad colectivas.
Se trata, en suma, de un texto complejo, en el que como se ha mostrado se emplea la primera persona tanto del singular como del plural, se recurre a metáforas, que en ocasiones, entremezclan referentes a la obra cervantina con situaciones que parecen apuntar hacia el trabajo de Cajal, el tema del quijotismo es usado para conducir al lector a otras temáticas como la patria, el colonialismo, el Regeneracionismo español, la historia de España, el desarrollo de la industria y el comercio en ese país, entre otros.
Estos temas, en mayor o menor extensión, fueron también abordados en otras obras de Santiago Ramón y Cajal, incluida la autobiografía cuya primera parte ya se encontraba publicada al salir el texto sobre la psicología del quijote y el quijotismo, esta condición, aunada al uso que hace el autor de la primera persona, invita al lector a leer la obra en clave autobiográfica.
Sin embargo, no existe ninguna indicación por parte del autor para que se justifique una lectura de ese tipo, a diferencia de lo que ocurre en la autobiografía titulada Recuerdos de mi vida, en cuyo prologo, al menos de la segunda edición, el autor, es decir Cajal, comenta que:
Allá por los años 1896 a 1900 se puso de moda el género de la autobiografía […] para complacer a algunos amigos […] resolví escribir la historia de una vida vulgar, tan pobre de peripecias atrayentes, como fértil en desilusiones y contrariedades. […] me proponía ofrecer al público un caso de psicología individual y cierta crítica razonada de nuestro régimen docente. […] si algún psicólogo o educador se toma la molestia de recorrer estas páginas podrá ver en ellas un caso típico de educación romántica […]
Mediante este prologo Cajal establece con el lector, lo que Philippe Lejeune ha llamado, el pacto autobiográfico, más aún, la narración autodiegética permite establecer la identidad entre el autor, el narrador y el personaje, constituyéndose así, lo que el mismo Lejeune denomina la forma clásica de la autobiografía.
Como ya se ha mencionado, el texto sobre el quijotismo carece de tal pacto, el cual no es indispensable para que sea tomado por autobiográfico, más aún, si recordamos que se trata de una conferencia que Cajal pronunció frente a sus colegas, podría uno suponer, bajo esa condición, que el uso de la primera persona remite al sujeto de la enunciación, y que por tanto, la identidad quedaría así probada, lo que parece ocurrir en el siguiente párrafo:
[…] yo no conozco ninguna expedición geográfica al Polo Norte o Sur emprendida por españoles o hispanoamericanos, mientras que por docenas se cuentan las gloriosas empresas de este género intentadas o realizadas por yanquis, ingleses, suecos, alemanes, rusos y hasta italianos. ¡Triste es confesarlo, pero ello es que el pálido sol de media noche no realzó jamás con sus poéticos rayos los pliegues de la española bandera!
Donde no parece que haya lugar a duda, de que es Cajal, quien sostiene que no se han realizado expediciones a los polos por parte de los hispanos, el carácter referencial de tal afirmación puede ser verificado y con ello darle la razón a Cajal o negársela.
Sin embargo, como ya se ha mencionado anteriormente, otros párrafos en los que aparece la primera persona, aún bajo los supuestos que aquí se han dado, no parecen establecer una identidad tan clara con respecto al autor, recuérdese por ejemplo el fragmento antes citado que dice ¡Yo te saludo Sancho el Pacífico, Sancho el Bueno, Sancho el jovial!Evidentemente que la primera persona no remite al hablante que se dirige al auditorio, sino que se encuentra en el plano de la ficción, donde ese yo pudo ser pronunciado por el narrador, pero también por don Quijote, el caballero de la Triste Figura, o el de los Leones, existe por tanto cierta indeterminación, aparentemente estaríamos frente al caso previsto por Lejeune de ausencia de pacto y ausencia de nombre del personaje, lo que frente al carácter hibrido del texto, nos dejaría en aparente libertad de leerlo como quisiéramos, siempre y cuando lo hiciéramos explícito.
Pero aparecen un par de objeciones más, esta última posibilidad sólo es válida en el caso de narraciones autodiegéticas, y el texto sobre el quijotismo no lo es; además, para que tuviera carácter autobiográfico debería de referirse al pasado del autor para poder construir así, no el en sí de esa persona en el tiempo, sino el para sí de la persona tenida por modelo en el momento de la escritura, y esto no ocurre nunca, cuando se remite al pasado se remite al pasado histórico de España, a unos tiempos que no son el correlato de la vida de Cajal.
Por lo tanto, el texto no se corresponde con las formas autobiográficas, la pertinencia de esta afirmación se mostrará más adelante, sino que es, como se dijo al principio, un ensayo académico de índole literaria, donde Cajal, con los recursos retóricos antes expuestos, refiere al lector a los problemas que él considera medulares en la España de esa época, además revisa con una visión crítica el pasado de su país, pasado que entrelaza con el Ingenioso Hidalgo, particularmente con las aventuras del Caballero de los Leones contenidas en la segunda parte, aparecida en 1615, de donde sustrae los valores a través de los cuales juzga dicho pasado, y con los que construye una suerte de fundamento moral de su particular concepción de la Regeneración de una patria que esta porvenir, esperando que esos valores impulsen el desarrollo de la ciencia, así como de las artes, las humanidades, la industria y el comercio entre otros aspectos, la concepción de tal suerte de utopía de la patria queda expresada poéticamente en el último párrafo del texto sobre el quijotismo.
Por otro lado, no se puede perder de vista que el tema del patriotismo de Cajal despierta acres debates aún hoy en día, quizás uno de los primeros intentos en abordar tal cuestión fue el que realizó Gregorio Marañón, que en su libro Cajal su tiempo y el nuestro, cuya tercera edición apareció en 1951, dedica un breve capítulo titulado los dos patriotismos en el que postula que al fin patriótico se llega por dos caminos, el eufórico y el crítico o mal llamados, el optimista y el pesimista, después de desarrollar brevemente las características de cada uno, considera que es deseable que ambos coexistan, luego, una vez expuestas estas ideas generales en dos pequeñas páginas, dedica el párrafo final para afirmar que en la juventud de Cajal el impacto del decaimiento imperial de España tuvo un efecto decisivo “que encendió en su espíritu la noble y quijotesca decisión de reparar, en el campo de la ciencia, una parte del desastre nacional.”
Pocos años más tarde, en 1954, Laín Entralgo, a propósito del centenario del natalicio del laureado con el premio Nobel en 1906, pronuncio un discurso, mismo que con una pequeña adenda sería publicado dos años mas tarde en el libro España como problema. Una característica de este texto es que las citas textuales a Cajal carecen de referencia, por lo que es necesario, si se desea verificarlas, encontrarlas en la producción del histólogo español. El texto inicia con una cita atribuida a Cajal a partir de la cual Laín comenta: “Dos de los más altos modos de la ejemplaridad humana, el servicio armado a la propia patria y el servicio intelectual a la verdad universal, transparecen con singular energía en esas líneas recias […] de nuestro máximo hombre de ciencia.
Si se tiene curiosidad, cuando se localizan las citas que verificarían las afirmaciones hechas por Laín, se puede ver como el historiador de la medicina ha procedido a descontextualizarlas, cuando no a mutilarlas francamente. Por ejemplo, se lee en Laín lo siguiente: “¿Cuál debe ser, pregunta (Cajal), nuestra conducta ante el irrestañable desmembramiento de España? Y contesta <<Si yo pudiera retroceder a mis veinticinco años, henchidos de patriotismo exasperado, contestaría sin vacilar: la reconquista manu militari y cueste lo que cueste. Propondría la máxima de Gracián: contra malicia, milicia>>”
La cita está contenida en la página 140 de El mundo visto a los ochenta años, libro escrito en 1934, unos años antes de la muerte de Cajal, acaecida durante el gobierno de la II República, continua Laín de la siguiente manera “¡Qué grave, qué tremenda actualidad iban a cobrar dos años más tarde, cuando la fuerza armada fue el único recurso posible frente a la casi total disolución de España en regiones, partidos y clases!”
El sentido que le da Laín al texto de Cajal parece no concordar cuando reintegramos el párrafo completo de Cajal en el cual sostenía:
Si yo pudiera retroceder a mis veinticinco años, henchidos de patriotismo exasperado, contestaría sin vacilar: la reconquista manu militari, y cueste lo que cueste. Propondría la máxima de Gracián (contra malicia, milicia). Pero en los tiempos aciagos en que vivimos, dos guerras civiles equivaldrían a la bancarrota irremediable de España y a la consiguiente intervención extranjera. Además, una guerra suscita automáticamente nuevos conflictos bélicos. Fuerza es convenir en que la fuerza, aplicada a las pugnas intestinas de un país, no resuelve nada. Enconaría antipatías y cerraría el paso a soluciones de cordial convivencia.”
Para Lejeune la relación que existe tanto en la biografía como en la autobiografía, entre el personaje, a nivel textual, y el modelo a nivel extratextual, es una relación de identidad, pero sobre todo de parecido, esto es importante por dos razones, en primer lugar, porque las relaciones de parecido e identidad permiten establecer la diferencias entre la biografía y la autobiografía.
En el caso de esta última la identidad sostiene al parecido, mientras que en el caso de la biografía es el parecido el que sostiene la identidad, y aunque este es un horizonte imposible en lo general, en el caso de la biografía de Laín el sentido esta completamente tergiversado, por lo que el personaje textual que ofrece al lector, dista mucho de parecerse al modelo de la autobiografía, como lo prueba el ejemplo antes citado, por otro lado, al tratarse de una biografía el pacto biográfico establecido con el lector se rompe.
Las razones históricas que explican la ruptura del pacto biográfico, son harto conocidas y divulgadas como parte de la historia oficial española desde hace ya décadas, como nos dice el historiador Javier Tusell, especialista en historia moderna y contemporánea de España, y político activo durante el periodo de la transición por la Unión centro democristiana, el poder no se ejerció igual durante todas las décadas que duró la dictadura, pero si hubo algunos rasgos que permanecieron inalterables, entre estos, menciona Tusell, que desde el periodo azul del franquismo, el régimen “Estuvo cerrado a la libre circulación de opinión y expresión características de una sociedad liberal, y tuvo siempre una visión autoritaria básica dentro de un contexto clerical y autoritario. Pero no se fundamentó, en cambio, en un cuerpo de doctrina concreto y elaborado”
Agrega, además, que “En cuanto a la Universidad, se estableció un férreo control estatal e ideológico mediante una ley del año 1943, achacando sus males a la libertad de cátedra y al influjo de corrientes extranjeras y a la influencia krausista y masónica de la Institución Libre de Enseñanza.”
Estas razones bastarían para entender el silencio que guarda la biografía escrita por Gregorio Marañón, y la ruptura del pacto biográfico en el caso de Laín, ambas obras fueron producidas en la primera mitad de los años 50, cuando el régimen de Franco se encaminaba fuertemente hacía la aceptación exterior, momento también, en el que Ruíz Giménez ocupó el Ministerio de Educación, desde donde apoyándose en falangistas como Laín, Tovar, y Ridruejo, intentaron una política de talante más abierto, que incluso buscó incorporar al mundo cultural del exilio. A lo que se opuso un sector católico tradicionalista y monárquico encabezado por Calvo Serer. Para 1956 la disputa llegó a las calles donde se enfrentaron estudiantes y falangistas, y sin que esto representara un peligro para el régimen si sirvió para que Ruiz Giménez fuera destituido del Ministerio.
Además de estas aportaciones a la compresión general de la historia de España, la apertura democrática trajo consigo una nueva y más completa valoración de la figura de Cajal, en la biografía escrita por José María López Piñero, en el año 2000, quedan despejadas muchas de las contrariedades que se presentaban en las anteriores, como su papel durante la Restauración, su clara proclividad hacia el régimen republicano, y el paulatino desapego de su fe confesional, hacia una postura, sino anticlerical, si aconfesional.
Menos comprensible es el hecho de que en la introducción hecha por José Luis Puerta, en su calidad de editor científico, a los Escritos sobre Cajal de Laín Entralgo, reunidos por el primero con motivo del centenario del natalicio de Laín, y publicados en 2008, no exista ningún referente crítico, o siquiera, una explicación del contexto de los periodos históricos en que decidió agrupar los trabajos seleccionados. Por el contrario, en la introducción repite muchos de los aspectos que erróneamente se le han atribuido a Cajal, sin que medie ninguna consideración entre el contexto de la posguerra española, y el contexto español de 2008.
Tal proceder conlleva el riesgo de tergiversar el tiempo propio de la historia, haciendo incomprensibles las decisiones que, en el plano ético y político, se han dado dentro de una sociedad que aspira a mantener las formas democráticas en su convivencia.
Siendo justamente, hacia esa construcción de la moral social, hacia donde apunta el último párrafo del escrito sobre laPsicología del Quijote y el quijotismo, a mi juicio uno de los mejores logrados en la producción literaria de Cajal, y en el cual dice:
Consideradas desde el punto de vista moral, son las naciones síntesis supremas de ensueños y aspiraciones comunes, sublime florecimiento de una planta cuyas múltiples raicillas se extienden y entren por todos los corazones. De buena gana compararía yo también los grandes pueblos a esas poéticas islas de coral que emergen del mar en las augustas soledades oceánicas. Si, con soñadores ojos de artista, os embelesáis contemplando las rientes y apacibles costas festoneadas de blancas espumas, las flores peregrinas y fragantes, los colosales árboles, cuyas copas semejan cimbreante coro de las aves del cielo, pensaréis que aquel paraíso surgió espontáneamente, por extraño capricho de Anfitrite; pero examinad el subsuelo con el reposado análisis de la ciencia, descended al fondo del mar (lo que vale tanto como remontarse en la Historia), y al sorprender en los cálcareos y colosales estribos la obra y las reliquias de miríadas de seres ínfimos y oscuros comprenderéis que todo aquel grandioso florecimiento de lo algo representa la construcción secular y obstinada de innumerables y abnegadas existencias.